De la tierra al cuerpo: formas de violencia y discriminación contra las Mujeres Indígenas
| 2022-08-11

Las Mujeres Indígenas se enfrentan a una diversidad de violencias derivadas del despojo y la descomposición del tejido social de sus comunidades. La solución que aporta la Recomendación General de la CEDAW para Mujeres y Niñas Indígenas es holística, transversal e interseccional.

Helena Steenkamp necesitó diez años para encontrar el coraje y reconocer que fue violada en su comunidad. El hombre que la agredió era un compañero de trabajo que nunca fue juzgado o condenado por ello. En la comunidad indígena ‡Khomani San —que habita la tierra desértica de Kalahari ubicada en la frontera entre Sudáfrica y Botsuana—, el caso de Helena no es la excepción sino la norma. La descomposición social, causada por desalojos constantes y años de expolio de la tierra ancestral, ha creado un contexto de violencia que impacta especialmente en el cuerpo de las Mujeres y Niñas Indígenas. Las mujeres San enfrentan  discriminación y violencias dentro y fuera de sus comunidades, ejercidas por aquellos que las quieren débiles y calladas. Pero si el agresor está dentro y fuera de casa, ¿cómo puede una mujer protegerse?

Dentro de la comunidad, el miedo a reconocer en público haber sido abusada sexualmente y el temor a perder el sustento del marido disuaden a las mujeres de reportar el caso ante las autoridades. “Para poder hablar de ello, se necesita hacer un proceso de introspección y armarse de fuerza”, comenta Helena, “me llevó mucho tiempo volver a ser yo misma y ganar confianza en mí”. Steenkamp consiguió superarlo gracias a la fuerza que le dio levantar su comunidad y tener que imponerse en un espacio dominado por hombres. “Si las mujeres no tomamos la iniciativa, no vamos a ver un cambio ni desarrollo”, concluye. 

La Recomendación General de la CEDAW para Mujeres y Niñas Indígenas ofrece un marco legal que puede servir como escudo ante la inacción de los Estados, como es el caso de Sudáfrica. Sin embargo, Helena Steenkamp reconoce que primero las mujeres necesitan empoderarse, conocer sus derechos y aprender a usar estos instrumentos internacionales para crear un cambio real que acabe con la discriminación y las violencias contra las Mujeres Indígenas. 

El Pueblo San: una historia de despojo territorial y cultural

El Pueblo San del que forma parte Helena desciende de comunidades ancestrales de cazadores-recolectores consideradas las primeras en habitar la punta sur del continente africano, también llamadas Bushmen (hombres de los arbustos). Debido a la migración de otros pueblos, como los Khoekhoe o los Bantu, el Pueblo San fue expulsado hacia las áreas más remotas y desérticas, aunque también hubo cierta mezcla entre las diferentes comunidades. 

Con la colonización, llegó el despojo de las tierras que eran el hogar de los San y el expolio de los recursos naturales en los que este pueblo basaba su supervivencia. Esto hizo que aumentara la competencia y rivalidad entre las mismas comunidades indígenas y rompió el tejido social del Pueblo San, sus formas de vida y su identidad cultural. Solo unas pocas comunidades sobrevivieron, lo que empujó al Pueblo San al borde del exterminio. 

Las violencias son heridas del pasado

Hoy en día, las comunidades San han perdido sus nombres originarios y solo quedan cinco personas que hablan la lengua ancestral N|u. Helena Steenkamp fue a buscarlas en el documental Lost Tongues (Lenguas Perdidas). En 1999, los ‡Khomani San recuperaron parte de la tierra que les fue quitada gracias a un largo proceso de lucha y al nuevo marco legal del gobierno post apartheid. Sin embargo, la devolución del territorio no trajo el cambio que todos anhelaban. 

“Al inicio, todos estábamos contentos de tener de nuevo nuestra tierra ancestral. Yo dejé mi trabajo en Ciudad del Cabo para venirme aquí, a Andriesvale, y crear un cambio en mi comunidad. Pero en los últimos diez años todo ha empeorado. Sin los conocimientos sobre cómo manejar la tierra, no supimos qué hacer con ella”, relata Helena. Con altas tasas de desempleo, bajos niveles de educación y sin las capacidades necesarias para generar nuevas actividades económicas, muchas personas de la comunidad cayeron en el abuso de sustancias. Incluso hay quienes rememoran el apartheid como años de bonanza, en los que había empleo en las granjas de los blancos y los padres podían llevar a los hijos a la escuela. 

Helena creció entre padres que se peleaban constantemente, un alto consumo de alcohol y drogas, y amigas con embarazos precoces. Este ciclo de violencia se reproduce generación tras generación. Para contrarrestar este discurso de desánimo, Steenkamp y otros miembros de la comunidad crearon un proyecto visual que pretende revertir la representación paternalista  y colonialista de las comunidades indígenas. Asesorada por el Market Photo Workshop, retrató a las jóvenes mujeres embarazadas. “Las chicas y madres respondieron de forma muy positiva, algo que no esperaba. Nuestra comunidad siempre es vista desde el exterior. Recibimos constantemente gente que viene a investigarnos y a sacarnos fotos. Por primera vez el relato lo contaba alguien desde dentro”, explica. 

La representación de las comunidades indígenas como forma de violencia 

La desposesión de la identidad de las comunidades indígenas ha venido históricamente acompañada de imágenes que las demonizan, deshumanizan o exotizan. Las mujeres originarias caribeñas son probablemente los cuerpos femeninos más hipersexualizados de la historia. Hoy en día, países consagrados a la religión católica —herencia del colonialismo misionero— prohíben a las mujeres abortar incluso en casos de malformación o riesgo para la salud de la madre; mientras las canciones más populares en la radio cosifican y sexualizan a las mujeres. 

“La hipersexualización de la Mujer Taína es una ofensa que amenaza nuestras vidas”, declara con contundencia Tai Pelli, lideresa indígena Taína de Borikén, el nombre originario de la isla de Puerto Rico. “Toman simbolismos que para nosotros son sagrados y los usan de forma vulgar en un mensaje que perpetúa la visión de las mujeres caribeñas como instrumentos de placer a quienes se puede abusar”, recalca con una pasión y energía de denuncia que inspira a no dar ni un paso atrás. 

La colonización acabó con la estructura matrilineal de los Pueblos Taínos, que otorgaba a las mujeres una posición de respeto y una equidad entre géneros. “Ahora las mujeres están retomando esta batuta”, añade Tai, y señala los espacios globales que se están creando para fomentar la igualdad de género. “Pero para ello tenemos que llevar nuestras voces, retomar las raíces indígenas y crear un modelo que deje al otro obsoleto”, concluye. 

La interseccionalidad de las violencias

A diferencia del Pueblo San, las Comunidades Taínas que se esparcen por las Antillas Menores y Mayores no han conseguido recuperar la tierra y territorio que les fueron despojados por diferentes Estados imperialistas. Puerto Rico es uno de los casos más emblemáticos, ya que continúa siendo territorio no incorporado de los Estados Unidos. “Somos el pueblo que más experiencia tiene en ser colonizado, pero no por ello hemos abandonado nuestra conexión con la tierra”, avisa Tai. 
Hay quienes dicen que los Pueblos Indígenas no son nadie sin tierra. Sin bien es cierto que la tierra es la base de la identidad indígena —y su expropiación acarrea un sinfín de violencias que impactan de forma profunda en las Mujeres y Niñas Indígenas—, Tai Pelli defiende la identidad y la organización comunitaria aun cuando no haya tierra propia que pisar. “Aunque no la tengamos la seguimos amando y la defendemos de la violencia que padece. Hay que despertar esta responsabilidad”, concluye. Precisamente, la Recomendación General de la CEDAW para Mujeres y Niñas Indígenas tiene en cuenta esta interseccionalidad de las violencias, desde la tierra al cuerpo, para acabar con ellas.