De la tierra al cuerpo: formas de violencia y discriminación contra las Mujeres Indígenas

Las Mujeres Indígenas se enfrentan a una diversidad de violencias derivadas del despojo y la descomposición del tejido social de sus comunidades. La solución que aporta la Recomendación General de la CEDAW para Mujeres y Niñas Indígenas es holística, transversal e interseccional.

Helena Steenkamp necesitó diez años para encontrar el coraje y reconocer que fue violada en su comunidad. El hombre que la agredió era un compañero de trabajo que nunca fue juzgado o condenado por ello. En la comunidad indígena ‡Khomani San —que habita la tierra desértica de Kalahari ubicada en la frontera entre Sudáfrica y Botsuana—, el caso de Helena no es la excepción sino la norma. La descomposición social, causada por desalojos constantes y años de expolio de la tierra ancestral, ha creado un contexto de violencia que impacta especialmente en el cuerpo de las Mujeres y Niñas Indígenas. Las mujeres San enfrentan  discriminación y violencias dentro y fuera de sus comunidades, ejercidas por aquellos que las quieren débiles y calladas. Pero si el agresor está dentro y fuera de casa, ¿cómo puede una mujer protegerse?

Dentro de la comunidad, el miedo a reconocer en público haber sido abusada sexualmente y el temor a perder el sustento del marido disuaden a las mujeres de reportar el caso ante las autoridades. “Para poder hablar de ello, se necesita hacer un proceso de introspección y armarse de fuerza”, comenta Helena, “me llevó mucho tiempo volver a ser yo misma y ganar confianza en mí”. Steenkamp consiguió superarlo gracias a la fuerza que le dio levantar su comunidad y tener que imponerse en un espacio dominado por hombres. “Si las mujeres no tomamos la iniciativa, no vamos a ver un cambio ni desarrollo”, concluye. 

La Recomendación General de la CEDAW para Mujeres y Niñas Indígenas ofrece un marco legal que puede servir como escudo ante la inacción de los Estados, como es el caso de Sudáfrica. Sin embargo, Helena Steenkamp reconoce que primero las mujeres necesitan empoderarse, conocer sus derechos y aprender a usar estos instrumentos internacionales para crear un cambio real que acabe con la discriminación y las violencias contra las Mujeres Indígenas. 

El Pueblo San: una historia de despojo territorial y cultural

El Pueblo San del que forma parte Helena desciende de comunidades ancestrales de cazadores-recolectores consideradas las primeras en habitar la punta sur del continente africano, también llamadas Bushmen (hombres de los arbustos). Debido a la migración de otros pueblos, como los Khoekhoe o los Bantu, el Pueblo San fue expulsado hacia las áreas más remotas y desérticas, aunque también hubo cierta mezcla entre las diferentes comunidades. 

Con la colonización, llegó el despojo de las tierras que eran el hogar de los San y el expolio de los recursos naturales en los que este pueblo basaba su supervivencia. Esto hizo que aumentara la competencia y rivalidad entre las mismas comunidades indígenas y rompió el tejido social del Pueblo San, sus formas de vida y su identidad cultural. Solo unas pocas comunidades sobrevivieron, lo que empujó al Pueblo San al borde del exterminio. 

Las violencias son heridas del pasado

Hoy en día, las comunidades San han perdido sus nombres originarios y solo quedan cinco personas que hablan la lengua ancestral N|u. Helena Steenkamp fue a buscarlas en el documental Lost Tongues (Lenguas Perdidas). En 1999, los ‡Khomani San recuperaron parte de la tierra que les fue quitada gracias a un largo proceso de lucha y al nuevo marco legal del gobierno post apartheid. Sin embargo, la devolución del territorio no trajo el cambio que todos anhelaban. 

“Al inicio, todos estábamos contentos de tener de nuevo nuestra tierra ancestral. Yo dejé mi trabajo en Ciudad del Cabo para venirme aquí, a Andriesvale, y crear un cambio en mi comunidad. Pero en los últimos diez años todo ha empeorado. Sin los conocimientos sobre cómo manejar la tierra, no supimos qué hacer con ella”, relata Helena. Con altas tasas de desempleo, bajos niveles de educación y sin las capacidades necesarias para generar nuevas actividades económicas, muchas personas de la comunidad cayeron en el abuso de sustancias. Incluso hay quienes rememoran el apartheid como años de bonanza, en los que había empleo en las granjas de los blancos y los padres podían llevar a los hijos a la escuela. 

Helena creció entre padres que se peleaban constantemente, un alto consumo de alcohol y drogas, y amigas con embarazos precoces. Este ciclo de violencia se reproduce generación tras generación. Para contrarrestar este discurso de desánimo, Steenkamp y otros miembros de la comunidad crearon un proyecto visual que pretende revertir la representación paternalista  y colonialista de las comunidades indígenas. Asesorada por el Market Photo Workshop, retrató a las jóvenes mujeres embarazadas. “Las chicas y madres respondieron de forma muy positiva, algo que no esperaba. Nuestra comunidad siempre es vista desde el exterior. Recibimos constantemente gente que viene a investigarnos y a sacarnos fotos. Por primera vez el relato lo contaba alguien desde dentro”, explica. 

La representación de las comunidades indígenas como forma de violencia 

La desposesión de la identidad de las comunidades indígenas ha venido históricamente acompañada de imágenes que las demonizan, deshumanizan o exotizan. Las mujeres originarias caribeñas son probablemente los cuerpos femeninos más hipersexualizados de la historia. Hoy en día, países consagrados a la religión católica —herencia del colonialismo misionero— prohíben a las mujeres abortar incluso en casos de malformación o riesgo para la salud de la madre; mientras las canciones más populares en la radio cosifican y sexualizan a las mujeres. 

“La hipersexualización de la Mujer Taína es una ofensa que amenaza nuestras vidas”, declara con contundencia Tai Pelli, lideresa indígena Taína de Borikén, el nombre originario de la isla de Puerto Rico. “Toman simbolismos que para nosotros son sagrados y los usan de forma vulgar en un mensaje que perpetúa la visión de las mujeres caribeñas como instrumentos de placer a quienes se puede abusar”, recalca con una pasión y energía de denuncia que inspira a no dar ni un paso atrás. 

La colonización acabó con la estructura matrilineal de los Pueblos Taínos, que otorgaba a las mujeres una posición de respeto y una equidad entre géneros. “Ahora las mujeres están retomando esta batuta”, añade Tai, y señala los espacios globales que se están creando para fomentar la igualdad de género. “Pero para ello tenemos que llevar nuestras voces, retomar las raíces indígenas y crear un modelo que deje al otro obsoleto”, concluye. 

La interseccionalidad de las violencias

A diferencia del Pueblo San, las Comunidades Taínas que se esparcen por las Antillas Menores y Mayores no han conseguido recuperar la tierra y territorio que les fueron despojados por diferentes Estados imperialistas. Puerto Rico es uno de los casos más emblemáticos, ya que continúa siendo territorio no incorporado de los Estados Unidos. “Somos el pueblo que más experiencia tiene en ser colonizado, pero no por ello hemos abandonado nuestra conexión con la tierra”, avisa Tai. 
Hay quienes dicen que los Pueblos Indígenas no son nadie sin tierra. Sin bien es cierto que la tierra es la base de la identidad indígena —y su expropiación acarrea un sinfín de violencias que impactan de forma profunda en las Mujeres y Niñas Indígenas—, Tai Pelli defiende la identidad y la organización comunitaria aun cuando no haya tierra propia que pisar. “Aunque no la tengamos la seguimos amando y la defendemos de la violencia que padece. Hay que despertar esta responsabilidad”, concluye. Precisamente, la Recomendación General de la CEDAW para Mujeres y Niñas Indígenas tiene en cuenta esta interseccionalidad de las violencias, desde la tierra al cuerpo, para acabar con ellas.

Las Mujeres Indígenas somos parte de la solución contra el cambio climático

Aunque hemos sido históricamente marginadas de los espacios de decisión, nuestros aportes como guardianas de la biodiversidad deben ser incluidos en la acción climática. La Recomendación General de la CEDAW para Mujeres y Niñas Indígenas es un instrumento clave para lograrlo a nivel nacional e internacional.

Las montañas del Himalaya se funden, y dan paso a lluvias torrentosas e inundaciones. La subida del mar inunda las Islas del Pacífico. La sequía abre la tierra y marchita los huertos al este de África; los fuegos y la deforestación arrasan con los árboles del Amazonas. La crisis climática nos afecta a todas y todos, pero no de igual forma. 

Las Mujeres y Niñas Indígenas dependemos de la madre tierra para sobrevivir. En ella encontramos los alimentos para nutrir y curar a nuestras familias, los materiales para armar nuestras casas, y el agua para beber y asearnos. Además, algunas de nosotras vivimos en territorios que son más vulnerables a fenómenos climáticos extremos. “Nuestras cargas son múltiples, pero nuestro apoyo es crucial”, enfatiza Victoria Tauli-Corpuz, de la comunidad Kankana-ey Igorot de Filipinas y ex-Relatora Especial de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Sin embargo, las Mujeres Indígenas hemos sido históricamente marginadas de los ámbitos de decisión y participación política donde se buscan soluciones, y se establecen políticas y financiamiento para frenar el cambio climático. “Aunque ha habido avances en los últimos 40 años, necesitamos tener mayor presencia en los espacios internacionales para que nuestras especificidades sean reconocidas y nuestras capacidades consideradas como parte de la solución”, reclama Tarcila Rivera Zea, activista Quechua y Presidenta de FIMI. 

Los Pueblos Indígenas preservan el 80% de la biodiversidad del planeta

De acuerdo con la ONU, los Pueblos Indígenas custodian el 80% de la biodiversidad del planeta y muchas comunidades habitan en países megadiversos.  Gracias a la conexión cultural y espiritual que mantenemos con la tierra, los Pueblos Indígenas somos también guardianes de la naturaleza, y demostramos liderazgo colectivo en su protección y defensa

En ese marco, las Mujeres Indígenas cumplimos un rol crucial como guardianas y practicantes de los conocimientos ancestrales, y como creadoras de nuevas propuestas de sostenibilidad ambiental. “Preservamos las semillas indígenas, la biodiversidad y seguridad alimentaria, y el bienestar de nuestras comunidades”, explica Naw Ei Ei Min, Mujer Indígena de Myanmar y Miembro del Consejo Ejecutivo del Asian Indigenous Peoples Pact (AIPP). 

El impacto del cambio climático y las vulneraciones medioambientales contra los territorios indígenas

Las Mujeres y Pueblos Indígenas no solo nos enfrentamos a los impactos del cambio climático, sino también a la expropiación y explotación de nuestras tierras y recursos naturales por el avance de empresas extractivas en nombre del desarrollo económico. 

Por ejemplo, las comunidades indígenas del Nepal —el décimo país más afectado por el cambio climático en los últimos 20 años— se enfrentan al deshielo del Himalaya a una velocidad sin precedentes. Este fenómeno está ocasionando a su vez un cambio radical en el ciclo de lluvias. “Ya no diferenciamos entre invierno y verano. Ahora todo el año tenemos el Monzón, lo que genera fuertes inundaciones en la orilla del río donde viven las comunidades indígenas”, advierte Pratima Gurung, académica y activista indígena de Nepal especializada en derechos humanos de Pueblos Indígenas, género y discapacidades, y Secretaria General de la National Indigenous Disabled Women Association-Nepal (NIDWAN) y de la Indigenous Persons with Disabilities Global Network (IPWDGN).

Por otra parte, la expropiación de tierras indígenas para la construcción de hidroeléctricas y el uso intensivo de pesticidas han empeorado la cantidad y calidad del agua. Todo ello tiene un impacto devastador en las Mujeres Indígenas,  especialmente en aquellas compañeras con discapacidades. “La escasez de alimentos nutritivos y de agua potable impacta en nuestra salud e higiene. Esto provoca una mayor prevalencia de personas con distintas discapacidades en nuestras comunidades”, añade Gurung. Por esa razón, Pratima hace un llamado para que no solo las Mujeres Indígenas sean claramente mencionadas en los acuerdos para la acción climática, sino también las Mujeres Indígenas con Discapacidades.  

Aprendizajes y buenas prácticas para el desarrollo sostenible

En Aotearoa (Nueva Zelanda), las comunidades indígenas también se enfrentan a los impactos del cambio climático y la deforestación, que ponen en riesgo el acceso al agua y otros recursos naturales. Para responder a estos retos, las comunidades indígenas de Aotearoa están diseñando libros y herramientas digitales basados en los conocimientos ecológicos tradicionales Maoríes e indicadores de salud biocultural, con la ayuda de Tui Shortland, Directora de Awotea Organics y Miembro del Comité Ejecutivo de Cultural Survival, especializada en los conocimientos ancestrales de la biodiversidad. Los Maoríes viven conectados con el agua desde que nacen, la consideran un ser viviente resultado del amor entre el padre cielo y la madre tierra. Al luchar por sus derechos, los Maoríes han conseguido que su cosmovisión indígena sea incorporada en las políticas regionales sobre manejo del agua, que ahora son más respetuosas de los ciclos naturales del agua. Esto permite proteger el medioambiente y la biodiversidad de los ecosistemas. 

Por otro lado, Mujeres Indígenas desde África hasta el Ártico están siendo pioneras en la agricultura ecológica y la sostenibilidad ambiental. Por ejemplo, Molly Bella Akelo, Directora de Fountain of Life Uganda, junto con sus compañeras indígenas han implementado el uso de pesticidas y fertilizantes orgánicos, métodos de irrigación y el cultivo de árboles indígenas para combatir la sequía. 

Recomendaciones para la plena inclusión y participación de las Mujeres Indígenas en la acción climática

Las Mujeres Indígenas reclamamos una plena inclusión y participación en la toma de decisiones y en la elaboración de políticas públicas para la acción climática. Para ello, es necesaria una mayor presencia de Mujeres Indígenas en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW66), que en el año 2022 está dedicada al cambio climático; y en espacios como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Es precisamente en estas convenciones donde debemos ser consideradas como guardianas de la biodiversidad del planeta, y nuestras aportaciones y conocimientos tienen que ser incluidos como parte de la solución.

Al mismo tiempo, es clave que la financiación establecida en los Acuerdos de París para frenar el cambio climático llegue a las Mujeres Indígenas y sus comunidades, dado que nos enfrentamos a numerosas barreras para conseguir apoyo económico. Entre estas barreras, encontramos el uso de lenguas colonialistas y de sistemas bancarios occidentales, el cumplimiento de requerimientos imposibles para registrar nuestras organizaciones e implementar programas, y la falta de acompañamiento.

Por todo ello, las Mujeres Indígenas llevamos años de lucha para que nuestros derechos sean reconocidos en el plano internacional y nacional. Hoy estamos en la recta final de un andar colectivo que alcanza su punto de inflexión con la elaboración de una recomendación general de la CEDAW de Mujeres y Niñas Indígenas. En esta recomendación será clave introducir conceptos de justicia ambiental que garanticen nuestros derechos a la tierra, territorios y a los recursos naturales. Esto obligará a los Estados firmantes a cumplir con el  consentimiento libre, previo e informado, y a incluirnos en las políticas públicas nacionales para una acción efectiva. “Si nos dieran el espacio que nos corresponde, el mundo sería diferente, con una visión amplia, colectiva, circular y diversa”, incide Teresa Zapeta Mendoza, del pueblo Maya K’iche’ de Guatemala y Directora Ejecutiva de FIMI. 

Solo con los aportes de los Pueblos y Mujeres Indígenas podremos visualizar un mundo diferente. Un mundo en el que los bosques y el agua sean preservados y la madre tierra, respetada; un ámbito en el que prevalezca la solidaridad por encima del beneficio particular, la comunidad por encima del individuo, y la diversidad por encima de la asimilación cultural que crea sociedades falsamente homogéneas. 

Cuatro claves para sacar provecho a la CEDAW, como Mujeres Indígenas

Entender la CEDAW; incidir con insumos de organizaciones de Mujeres Indígenas en los informes de los Estados partes y elaborar informes sombra; intervenir en las sesiones e impulsar la Recomendación n.o39 sobre Mujeres y Niñas Indígenas. Cuatro pasos fundamentales para apropiarnos de este instrumento de cambio.

La discriminación avanza sobre nuestros cuerpos, nuestros seres queridos y nuestra tierra, pero las Mujeres y Niñas Indígenas nos unimos para enfrentarla. Acudimos a los conocimientos ancestrales y nos transformamos en agentes de cambio. Combatimos la violencia de género; curamos dolencias físicas y espirituales; producimos alimentos y recuperamos la medicina tradicional; protegemos a la madre tierra, los animales, las plantas, porque gracias a ellos podemos vivir en armonía. Pero, muchas veces, los conocimientos ancestrales y la lucha colectiva necesitan ser acompañados por instrumentos legales internacionales que los respalden. La CEDAW, de cumplimiento obligatorio para los Estados adheridos a ella, es un instrumento fundamental, porque se propone que las mujeres y niñas puedan ejercer plenamente sus derechos y libertades. 

 ¿Cómo podemos sacarle provecho a la CEDAW las Mujeres y Niñas Indígenas?  Aquí presentamos cuatro claves para hacerlo. 

1.Entender qué es la CEDAW, una convención internacional para exigir respeto a los derechos de las mujeres y protegerlas contra la discriminación.

La CEDAW es la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Se trata del único instrumento internacional vinculante que protege específicamente los derechos de todas las mujeres. El comité CEDAW está formado por 23 expertas independientes de las regiones de América, África, Asia, Pacífico, Europa/Asia Central y Medio Oriente/África septentrional. Recibe informes de los Estados partes, comunicaciones de personas o grupos que presentan un informe o denuncias sobre violaciones sistemáticas a los derechos de las mujeres.  Además, el comité puede iniciar investigaciones, si el Estado lo acepta. 

Este Comité internacional también formula recomendaciones generales que deben ser consideradas en la legislación nacional u otros abordajes para respetar los derechos de las mujeres y niñas. La Recomendación n.o39, a punto de aprobarse, contempla a las Mujeres y Niñas Indígenas.

2.Conocer con anticipación qué Estados informarán en la próxima sesión del Comité de la CEDAW y, en el caso de que nuestro país haya sido convocado, participar en la elaboración de informes.

En cada sesión, el Comité de la CEDAW suele invitar a ocho Estados partes. El Comité recomienda que estos consulten a las organizaciones no gubernamentales y a las asociaciones de mujeres para la elaboración del informe. Las Mujeres y Niñas Indígenas, a través de nuestras organizaciones, podemos ejercer presión para que los Estados consideren nuestra situación en ese documento e implementen políticas nacionales que impulsen el respeto a la Convención. 

En caso de que el Estado no nos haya tenido en cuenta en el documento elaborado, es posible elaborar un informe paralelo o sombra, que destaque los problemas reales que afectan a las Mujeres y Niñas Indígenas en relación con el incumplimiento de la Convención, e incluir recomendaciones específicas para el cambio. 

  1. Asistir a la sesión en Ginebra, e incidir por la inclusión de las Mujeres Indígenas a través de políticas y programas.

El Comité de la CEDAW invita a las ONG a participar en forma oral en la sesión pública; esta alternativa puede ser aprovechada por las Mujeres Indígenas. Se trata de ejercitar el cabildeo, de influir en las personas con poder de decisión para que ellas a su vez intervengan en las políticas públicas. 

Las Mujeres Indígenas comprendemos el arte del cabildeo; nuestras intervenciones, cargadas de relatos, imágenes y experiencias, suelen tener una fuerza persuasiva que impacta en la opinión pública en diversos ámbitos. A través del cabildeo, podemos pasar de la mera denuncia a una propuesta concreta de solución.

Al participar de las sesiones del Comité, las Mujeres y Niñas Indígenas notificaremos a los Estados respecto de cómo nuestras comunidades son afectadas por la falta de cumplimiento de la Convención. Además, aportaremos soluciones sostenibles para enfrentar esos problemas.

En estas sesiones, las Mujeres Indígenas podemos remarcar por qué es necesaria una Recomendación General que exija a los Estados la incorporación de políticas que garanticen nuestros derechos humanos individuales y colectivos como Mujeres y Niñas Indígenas. 

  1. Estar atentas a los pasos futuros, y sumar más voces para impulsar la Recomendación de la CEDAW para las Mujeres y Niñas Indígenas.

Las Mujeres Indígenas hemos luchado y luchamos por visibilizar nuestros derechos de forma individual y colectiva. Creemos que se logra más si estamos informadas y unidas. La Recomendación, al aprobarse, se transformará en un instrumento estratégico para esta lucha. Por esta razón, organizaciones y redes regionales se están sumando esfuerzos para difundirla, a través de la campaña https://cedaw.fimi-iiwf.org/ 

Suma tu firma para impulsar la adopción de la Recomendación.

No estamos solas: cómo impulsar la lucha de las Mujeres Indígenas a partir de la Recomendación n.o 39

Es importante difundir la Recomendación sobre los derechos de Mujeres y Niñas Indígenas por distintos medios; acudir con su respaldo a los diversos poderes estatales y tenerla en cuenta tanto para las luchas urgentes como para las reivindicaciones más profundas.

 

En un encuentro cálido y valioso, entrevistamos a la presidenta del Comité de la CEDAW, Gladys Acosta Vargas, acerca de la Recomendación General sobre Mujeres y Niñas Indígenas. Gladys, una aliada para el movimiento de Mujeres Indígenas a lo largo de muchos años, explicó que se trata de un proceso de interpretación de los artículos de la Convención y su fuerza vinculante. Al aprobarse, se ampliará la capacidad de interlocución entre el Comité y los Estados Parte para el cumplimiento de sus obligaciones internacionales con las comunidades originarias. En ese contexto, Acosta Vargas aclaró: “las Recomendaciones Generales no aumentan ningún derecho, porque estos están dentro de la Convención, pero sí profundizan cómo deben ser protegidos”.

Según Acosta Vargas, para que una recomendación tenga una aplicación efectiva, es necesario difundirla de todas las formas posibles: idiomas, códigos, imágenes, videos. Es importante contemplar en la difusión a las personas con discapacidades, que deben enterarse de los avances en materia de Derechos Humanos. Durante la charla, ella remarcó que en la distribución de contenidos no solo deben intervenir los Estados Parte, sino también las organizaciones no gubernamentales de la sociedad civil y los medios masivos, sean públicos o privados. 

Los países, aparte de proteger a las Mujeres y las Niñas Indígenas que viven dentro del territorio, también lo deben hacer con las que están de paso (por migración u otro motivo) por tratarse de un derecho.

Para Acosta Vargas, lograr cambios significa acudir a los espacios de poder estatal. Por un lado, al Ejecutivo, porque ahí se elaboran las políticas públicas en todos los campos, y a los poderes Legislativo y Judicial, que lo complementan. Por otro lado, a los gobiernos regionales y municipales, como responsables directos de los cambios a nivel local. 

Como ejemplo de las acciones posibles, explicó que si se produce una violación a los derechos de las Mujeres Indígenas se debe citar la CEDAW y los artículos específicos de la Recomendación General en donde se explique lo que las Mujeres Indígenas viven en su diario trajinar y en sus luchas. De ese modo, en las contradicciones o controversias, incluso con particulares, el Estado asegurará que no se violen sus derechos. 

En relación con este tipo de acciones, Acosta dijo: “La Convención cada vez es más fuerte, gracias a las luchas de las mujeres, porque su fuerza no viene de sí misma sino de quienes la usan y la convierten en un instrumento de lucha”. Al ser normas de aplicación directa, los organismos de protección, incluidas las organizaciones de Mujeres Indígenas, tienen que aprender a usarlas para sus luchas mediatas e inmediatas.

Para la presidenta del Comité de la CEDAW, la aprobación de esta Recomendación General responde a una deuda que tiene el mundo con las Mujeres y las Niñas Indígenas por las atrocidades que han sufrido. 

Y esta es una recomendación que está naciendo y se desarrolló pese al trabajo difícil en la pandemia. “Desde el 2017 se inició el diálogo y recién vamos a aprobarla en el 2022, porque responde a la lucha creciente por una visibilidad cada vez mayor de las Mujeres y Niñas Indígenas en el campo de la política internacional”, agregó.

Para cerrar la entrevista, Gladys Acosta destacó que la Recomendación contempla el vínculo con la naturaleza, el respeto a los seres humanos y una espiritualidad potente no solo para los Pueblos Indígenas, sino para todo el mundo. Así, este instrumento será útil también para defender nuestros territorios de la violencia y el despojo.

“Una cosa es luchar sabiendo que una está con los derechos de su lado y otra cosa es estar luchando porque simplemente se está produciendo una injusticia”, expresó Acosta Vargas. Finalmente, nuestras voces comienzan a ser escuchadas.

Frente a múltiples violencias, las Mujeres Indígenas luchan por la vida, la cultura y la soberanía de la tierra

Aunque el derecho a la libre determinación de los Pueblos Indígenas está reconocido por la ONU, los Estados lo vulneran sistemáticamente. La Recomendación General de la CEDAW para Mujeres y Niñas Indígenas puede convertirse en el instrumento vinculante que obligue a los Estados a respetarlo.

 

Aida Quilcué —lideresa indígena del Pueblo Nasa y senadora de la República de Colombia— se despertó la mañana del 15 de marzo de 2022 con el pecho afligido por una mala noticia. Habían asesinado a su compañero de lucha Miller Correa, consejero de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, organización política y social que reúne a las comunidades indígenas de esta región ubicada al sur de Colombia. “Nos vienen matando y nos están matando. Es parte del despojo milenario, exclusión y exterminio cultural que sufrimos como Pueblos Indígenas. De ahí la necesidad de defendernos y construir procesos de autogobierno que hoy nos mantienen en el marco de la supervivencia”, comenta Quilcué con el tono y la mirada serena de alguien que lleva dentro el sufrimiento de todo un pueblo. 

 

En la otra punta del Pacífico, en Guam —la isla más grande de Micronesia—, Terilynn Francisco representa la memoria viva de sus abuelos y abuelas Chamorro. Ellos sobrevivieron a la ocupación española, a la II Guerra Mundial, a los campos de concentración japoneses y a la reconquista por parte de los estadounidenses, que siguen controlando la isla. “Tenemos un trauma intergeneracional, porque nuestras comunidades han estado expuestas a mucha violencia y nuestra tierra ha visto demasiadas guerras. Necesitamos recuperar nuestra identidad cultural y nuestras prácticas tradicionales para entender quiénes somos y quiénes queremos ser”, enfatiza Terilynne Francisco, con la voz dulce y contundente de un espíritu joven que anhela cambio. 

 

Los Pueblos Indígenas tienen el derecho a la libre determinación de los pueblos, en virtud del cual pueden elegir con autonomía su condición política como colectivo, su identidad cultural, y sus formas de desarrollo económico y social mediante instituciones propias. Sin embargo, muchísimas veces los Estados vulneran este derecho reconocido en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Estas vulneraciones van desde prohibir que se le ponga a una niña un nombre indígena, impedir el desarrollo de sistemas de salud o educación interculturales, usurpar las tierras indígenas reconocidas por ley o incumplir con el derecho al consentimiento libre, previo e informado. 

 

Con la intención de acabar con estas violaciones a los derechos de los Pueblos Indígenas y participar activamente en el desarrollo político y social de sus comunidades, las Mujeres Indígenas de todo el mundo están contribuyendo a la elaboración de una Recomendación General de la CEDAW específica para Mujeres y Niñas Indígenas, que se podrá usar como instrumento vinculante para que los Estados respeten el derecho a la libre determinación, entre otros.

 

Guam: un pueblo despojado de poder e identidad colectiva

 

“Fuimos uno de los primeros Pueblos Indígenas en ser colonizados y uno de los pocos que sigue ocupado. Durante siglos nos hemos visto atrapados en las dinámicas de poder de las potencias coloniales”, explica Terilynn Francisco, miembro y fundadora de la asociación de mujeres Chamorro Hagan Famalåo’an Guåhan. La isla de Guam sigue bajo el control de los Estados Unidos como territorio no incorporado desde 1950. Guam es también uno de los 17 territorios no autónomos supervisado por el Comité Especial de Descolonización de la ONU. Sus habitantes —aunque están considerados ciudadanos estadounidenses— no pueden ni votar en las elecciones federales, ni acceder a seguridad social estatal, ni decidir su futuro como pueblo. “Somos ciudadanos de segunda”, concluye Teri.

 

Estados Unidos mantiene la ocupación de la isla principalmente por su posición militar estratégica en el Pacífico y el Sudeste Asiático. Un tercio de las tierras ancestrales del pueblo Chamorro ha sido ocupado por bases militares, violando el consentimiento previo y sin que las familias recibieran compensación alguna. Mientras, la presencia militar estadounidense sigue aumentando. “Nuestra tierra y nuestro pueblo están pagando un precio muy alto”, reconoce Teri, quien también es trabajadora social y profesional de salud mental en las Islas Marianas. 

 

Teri relaciona esta violencia estructural con las altas tasas de violencia de género, suicidios y abuso de sustancias en las comunidades del pueblo Chamorro. “La colonización acabó con nuestras prácticas de sanación y formas de relacionarnos. Somos un pueblo despojado de poder e identidad colectiva”, comenta con tristeza. 

 

En 2011, la población Chamorro de Guam quiso realizar un referéndum no vinculante para explorar su futuro político como pueblo. Sin embargo, después de un proceso legal que ha durado diez años, el referéndum fue denegado por un juzgado local de Guam y por la Corte Suprema de EE. UU., con la excusa de que sería discriminatorio con la población no indígena que no podría votar. “No nos podemos ni permitir tener un diálogo con nosotros mismos”, protesta Teri. 

 

Después de esta debacle contra el pueblo Chamorro, Teri y sus compañeras se han propuesto restaurar la identidad colectiva y recuperar las formas de sanación tradicionales del pueblo Chamorro. “Las Mujeres Indígenas somos las cuidadoras de nuestras familias y tenemos que tomar el liderazgo para volver a empoderarnos como pueblo”, afirma. Teri cree que aunque EE. UU. no ha ratificado la CEDAW y, por tanto, la Recomendación General para Mujeres y Niñas Indígenas no sería vinculante, esta puede servir para tejer alianzas y aumentar la presión internacional para que EE. UU. reconozca el derecho a la libre determinación del Pueblo Chamorro de Guam. 

 

Colombia: un Estado que reconoce pero no respeta

 

“En Colombia, la norma nunca ha sido respetada. Primero nos ha tocado conquistar nuestros derechos, porque los derechos no son regalados sino luchados y exigidos. Y ahora para que se cumplan, tenemos que seguir movilizándonos, pues la guerra persiste”, explica la senadora colombiana Aida Quilcué.

 

Aunque la Constitución Política colombiana de 1991 reconoce el derecho a la libre determinación de los Pueblos Indígenas, el Estado colombiano ha vulnerado sistemáticamente este derecho, incluso en un contexto de postconflicto. Después de 50 años de guerra civil y de la firma de los Acuerdos de Paz en 2016, el departamento del Cauca, la segunda región con más población indígena, aún no ha visto la paz. Como paso estratégico de la droga y zona de recursos naturales, esta región sigue padeciendo altos niveles de violencia, especialmente contra las comunidades indígenas que protegen el territorio.

 

Según el informe de Indepaz, en 2021, 171 líderes/as fueron exterminados/as en Colombia, de los cuales 55 eran indígenas y 31 fueron asesinados en el Cauca. Esta tendencia se ha mantenido en alza desde 2017, un año después de los acuerdos. En 2020, por segundo año consecutivo, Colombia fue el país más peligroso para defender los Derechos Humanos

 

En este contexto, la única solución efectiva para Quilcué es reconfigurar el sistema desde dentro. Aunque reconoce que la Recomendación General de la CEDAW puede empujar al Estado colombiano a respetar estos derechos, “toca cambiar el gobierno para cambiar las formas”, concluye. “Y esto es precisamente lo que estamos haciendo”, aclara. 

 

Quilcué ha conseguido llegar a senadora después de un proceso tejido durante años, pero que en abril de 2021 culminó con un estallido social y un paro nacional sin precedentes por “el derecho a la vida”. La movilización pasó de las calles a las urnas gracias a una alianza entre los Pueblos Indígenas y otras comunidades que han sido históricamente excluidas. “Por eso nos están matando, porque luchamos para que el país despierte y avance”, concluye Aida Quilcué. 

 

 

 

Cómo convertirse en lideresa indígena: la experiencia de Lea Nicholas-MacKenzie 

Lea Nicholas-MacKenzie, conocida como la “Princesa Guerrera”, ha luchado toda su vida por los derechos de las Mujeres Indígenas en el plano nacional e internacional. Considera que la Recomendación General de la CEDAW es el instrumento que tiene el poder de presionar a los Estados para un cambio real y efectivo.

El 19 de julio de 1979, un centenar de Mujeres y Niñas y Niños Indígenas de la Primera Nación Tobique del Canadá iniciaron una marcha de 160 km que atrapó la mirada de cientos de personas. Armadas con pancartas y letreros de color rojo, esas mujeres implacables recorrieron lagos, bosques y ríos desde el pueblo de Kanesatake hasta el Parlamento canadiense en Ottawa para manifestarse contra una ley canadiense conocida como la Ley sobre los Indios, que era discriminatoria contra las Mujeres Indígenas. Esta ley del siglo XIX establecía que si una Mujer Indígena se casaba con un hombre no indígena, ella y sus hijos perdían sus estatus de “Indios”.

Entre los participantes de esa marcha histórica estaba la pequeña Lea Nicholas, que acompañaba a su mamá, activista política de la organización Indian Rights for Indian Women. Esa fue la primera vez que luchó por los derechos de las Mujeres Indígenas. “Recuerdo sentirme inspirada por esas mujeres valientes dedicadas a despertar conciencias”, explica. 

Las manifestantes lograron que el Ministro de los Asuntos Indios de Canadá se sentara con ellas como actores políticos, resultado sorprendente para la época. Finalmente, en 1985, consiguieron que el gobierno aprobase una propuesta de ley para reformar la Ley sobre los Indios. Desde muy pequeña, Lea aprendió que si se lucha de forma unida por los derechos individuales y colectivos de las Mujeres Indígenas, se pueden obtener grandes éxitos. Su carrera de incidencia política a nivel nacional e internacional la llevaría a obtener el nombre de “Princesa Guerrera”. 

El Pueblo Wəlastəkwey de Canadá

Lea creció entre árboles, nieve y ríos helados, rodeada de primos y primas, tíos y tías. Pasaba el día en medio de una naturaleza exuberante, atrapando conejos, paseando con raquetas de nieve o recogiendo el famoso sirope de arce. Pero bajo esta imagen idílica de la niñez se esconde una situación de pobreza, falta de oportunidades y despojo del Pueblo Wəlastəkwey —también conocidos como Maliseet—, al que Lea pertenece. 

El Pueblo Wəlastəkwey forma parte de las Primeras Naciones del Canadá, compuestas por 635 comunidades, representantes de más de 50 naciones y grupos lingüísticos distintos. Su nombre hace referencia al hermoso río Wəlastəkw y enfatiza la relación de sus miembros con el espacio natural que habitan. Antes de la colonización, vivían por el territorio geográfico entre Quebec, New Brunswick y Maine. “Esta era nuestra tierra, pero los colonos impusieron fronteras. Ellos no veían ninguna tierra ni territorio Wəlastəkwey”, explica Lea. Gran Bretaña firmó los Acuerdos de Paz y Amistad con los Pueblos Indígenas del Canadá en 1725 y 1779. Sin embargo, estos fueron raramente respetados y los británicos siguieron usando prácticas coloniales para deshumanizar a los Pueblos Indígenas. “Pero no consiguieron eliminarnos por completo”, recalca Lea .

El poder de la educación: una historia de horror para los Pueblos Indígenas del Canadá

En la familia Nicholas, la educación era un requerimiento imprescindible. Aunque la abuela Nicholas no había podido asistir a la escuela fuera de la reserva, luchó para que sus hijas e hijos, nietas y nietos sí tuvieran esa oportunidad. Este alto nivel de educación entre familias indígenas era completamente inusual en aquella época, ya que la Ley sobre los Indios impulsó un sistema educativo para Niños y Niñas Indígenas que tenía como objetivo la asimilación y genocidio cultural. 

Entre 1894 y 1947, la asistencia a estos internados indios era obligatoria, y es uno de los episodios más oscuros de la historia de Canadá. Se han documentado numerosos abusos físicos, psicológicos y sexuales; y se estima que entre 10.000 y 50.000 Niños y Niñas Indígenas desaparecieron. A fecha de septiembre de 2021, se han encontrado más de 1.300 cuerpos en fosas comunes en los alrededores de cinco de estos internados. 

MacKenzie fue a una escuela de día para Indios. “Había mucho abuso, similar a lo que pasaba en los internados; por ejemplo, no nos dejaban hablar nuestra lengua, pero al menos por la noche volvíamos a casa con nuestras familias”, explica. Es por eso que para Lea no solo es importante acceder a la educación, sino también ejercer control sobre ella.

La experiencia del Pueblo Mi’kmaw de Nueva Escocia retrata cómo una educación intercultural puede ser clave para el desarrollo de las comunidades indígenas. Desde 1999 rige una ley que concede al Pueblo Mi’kmaw poder de decisión sobre la lengua, la historia, la identidad y el contenido de la educación. Este sistema posibilita que la tasa de graduación al final de la escolarización para Jóvenes Indígenas sea del 90%, mientras que en el resto del país se sitúa alrededor del 40% o en los peores casos, en el 25%.  

De la incidencia política nacional a la internacional

Gracias a esta educación, y a un grado en lengua francesa y lingüística, Lea pudo salir de su comunidad en busca de nuevas oportunidades. El precio que pagó fue vivir alejada de sus raíces. Su primer trabajo fue en el gobierno del Canadá, en el Departamento de Asuntos Indios, en el área de Territorios y medio ambiente. Según Lea, esta fue una oportunidad para conocer el sistema desde dentro, aunque no pudo hacer mucho para cambiarlo. “Era demasiado joven y no sabía cómo luchar por los derechos de los Pueblos Indígenas en un sistema que les va en contra. Así que me fui”. 

Su siguiente paso fue como Jefa de Personal de la Asamblea de las Primeras Naciones. “Allí me convertí en una verdadera activista”, reconoce. En 1998 la enviaron a participar en la sesión anual de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en Nueva York. “No sabíamos cómo usar las Naciones Unidas para el avance de nuestros derechos. Habían sólo tres Mujeres Indígenas participando y casi no tuvimos la oportunidad de hablar. Fuimos discriminadas por muchas del movimiento feminista, y esto nos hizo dar cuenta de la importancia de tener nuestra propia voz”, explica. 

A partir de ese evento, Tarcila Rivera Zea, lideresa indígena Quechua del Perú y actual Presidenta de FIMI, la invitó a organizar el evento preparatorio de Beijing +5. Lea y el resto del equipo consiguieron traer más de 100 Mujeres Indígenas a Nueva York y formarlas en cómo usar las herramientas de las Naciones Unidas para hacer oír sus voces y promover sus derechos. De ese evento surgió la Escuela Global de Liderazgo de FIMI, que ya va por la novena edición. 

Recomendaciones para hacer escuchar nuestras voces 

20 años después de ese evento histórico, el movimiento global de Mujeres Indígenas ha conseguido iniciar una Recomendación General de la CEDAW para Mujeres y Niñas Indígenas. Aunque ya hay instrumentos de las Naciones Unidas que reconocen los Derechos sobre los Pueblos Indígenas, los derechos humanos de los Pueblos Indígenas deben incluirse en todos los instrumentos, incluyendo las convenciones como la CEDAW. “Las Mujeres Indígenas la podrán usar para defender sus derechos a nivel estatal. Por eso es tan importante”, concluye. 

Sin embargo, hacerse un espacio en estos ámbitos de toma de decisiones —en los que las Mujeres Indígenas no son bienvenidas— no ha sido nada fácil. “Debemos entrar en la sala como hicieron nuestros ancestros, quienes lucharon por nuestros derechos. Por ellos siento que puedo enfrentarme a cualquier reto que surja”, explica. 

Para Lea, también es importante tener coraje, aunque eso no quiere decir “no tener miedo sino que el miedo no te detenga”. Después de años de trabajo de incidencia política a nivel local, nacional e internacional, Lea ha encontrado la mejor fórmula para conseguir que la otra persona sentada en la mesa la escuche: aportar soluciones. “Hay que ser persuasiva, no agresiva. Dar un golpe sobre la mesa no va a servir de nada. Frente a un problema, lo mejor es proponer cómo solucionarlo”, concluye.

Defensoras de la tierra, guardianas de la cultura e identidad de los Pueblos Indígenas

Las Mujeres Indígenas son criminalizadas por defender la tierra de sus comunidades frente al despojo y explotación por parte de Estados y empresas. La Recomendación General de la CEDAW prevé un marco legal que proteja a las Mujeres Indígenas y garantice sus derechos a la tierra.

Desde pequeña, Joan Carling, lideresa indígena de Filipinas, entendió que la relación de los Pueblos Indígenas con la tierra es especial. Joan creció en una comunidad mixta con familias indígenas y no indígenas, por lo que pudo ver las diferencias entre su comunidad y el resto de la sociedad filipina. Para los Kankanaey, la comunidad indígena de la zona norte de la Cordillera de Filipinas a la que pertenece, la tierra es colectiva y heredada por hombres y mujeres por igual. Los bosques están sujetos a normas colectivas y la gente se ayuda en tiempos de crisis. La tierra no es un mero recurso natural o una mercancía, sino que es la base de la cultura, la identidad, el bienestar y la cohesión de la comunidad, un concepto que une a los Pueblos Indígenas desde América hasta Asia.

 

Para Carling, cuando era una niña, el bosque de pinos fue su espacio de juego. “Durante mi infancia, nos colgábamos de los árboles, recogíamos piñas para recolectar los piñones para el vivero comunitario de pinos, y en los días de lluvia íbamos a buscar hongos”, explica con la voz de alguien que recuerda tiempos felices. Pero pronto comprendió que si no luchaba y defendía la tierra, se la iban a quitar a sus guardianes tradicionales, pues su comunidad vivía en una región rica en oro. La misma compañía que explotaba el bosque donde creció había expropiado una zona de tierra colectiva para extraer oro y cobre. La tierra había quedado totalmente destrozada: las aguas subterráneas y los ríos estaban contaminados, y la tierra revuelta por la minería se desplomaba a sus pies. 

 

Durante los años de universidad, Carling pasó dos meses de verano con los pueblos tribales Kalinga, quienes lograron defender sus tierras contra la construcción de cuatro represas hidroeléctricas que iban a desbaratar sus formas de vida. Aunque la resistencia vino acompañada de sangre y encarcelamientos, el Pueblo Kalinga consiguió parar la presa. Esto marcó un antes y un después en la defensa de la tierra de los Pueblos Indígenas en Filipinas, pues demostró que la lucha, en conjunto y con determinación, da resultados. 

 

Desde entonces, Carling lleva más de 20 años defendiendo los Derechos Humanos y los Derechos de los Pueblos Indígenas, no sólo en las Filipinas sino que en todo Asia también y a nivel internacional. En 2018, recibió el premio Campeones de la Tierra, el galardón más importante de las Naciones Unidas en medioambiente. Para una defensa efectiva de la tierra, Carling aconseja una buena organización comunitaria, la inclusión de liderazgos femeninos, crear alianzas con diversidad de actores (comunidades, académicos, gobiernos locales) y no dejar que las empresas pongan un pie en la tierra de los Pueblos Indígenas. “Una vez que entran, es mucho más difícil sacarlos”, avisa.

 

 

La lucha del Pueblo Amazigh por la tierra colectiva en Marruecos

 

En Marruecos, Amina Amharech, activista indígena Amazigh, se enfrenta al último embate del gobierno marroquí contra la noción de tierra colectiva del Pueblo Amazigh así como a la falta de respeto de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas. En 2019, se aprobaron tres leyes que destruyen el carácter inalienable que protegía la tierra colectiva en Marruecos, a través del cual esta no se podía vender, transferir o alquilar. Solo el Estado podía adquirir la tierra en caso probado de que contribuyera al bienestar comunitario. Los Amazigh, también conocidos como Bereber, son un Pueblo Indígena que habita el Norte de África, desde Siwa en Egipto hasta las islas Canarias, con su propia lengua, cultura e identidad. 

 

Para Amina, detrás de estas leyes hay una clara intención del Estado de usurpar la tierra colectiva que aún es mayoritaria en el país. “Los franceses eliminaron el derecho consuetudinario de los Amazigh sobre la tierra, el Izarfan, que garantizaba un acceso equitativo para todo el mundo a la tierra y los recursos naturales. Pero los colonos no pudieron acabar del todo con la relación de los Amazigh con la tierra. Conservamos las formas de gobernanza comunitaria, procesos de decisión en los que la mujer es incluida y métodos de soberanía alimentaria”, explica Amina. El Estado marroquí, al eliminar las leyes del protectorado francés de 1919, ha dado incluso un paso más en la desposesión de la tierra de los Pueblos Indígenas, situación empeorada por los efectos de los cambios climáticos que impide la realización de los ODS. 

 

La base cultural del Pueblo Amazigh: mujeres, lengua y territorio 

 

Amina relaciona las nuevas leyes sobre la tierra colectiva con un proyecto de arabización integrista que quiere menoscabar la posición de liderazgo de las Mujeres Amazigh dentro de sus comunidades. “Durante mi infancia, las mujeres han estado muy presentes. Yo vi cómo podían dar su opinión y participar en debates sin ser discriminadas. Ellas son el centro de la familia y la comunidad; son las que cuidan de los hijos y del hogar, pero también quienes preservan la tierra y el conocimiento ancestral”, comenta Amina. La palabra Tamazigh designa a la vez lengua, territorio y mujer; un término muy simbólico en la cosmovisión Amazigh,  que hace referencia a la estructura matrilineal de este pueblo. Sin embargo, en los años 80, el ascenso del Islam radical ha impactado negativamente en las libertades y posición social de las mujeres en Marruecos. 

 

Este carácter patriarcal se ve en la reacción que han provocado las nuevas leyes sobre la tierra. Al renombrar la tierra colectiva como soulaliyates (el nombre femenino de descendiente), el Estado marroquí ha enemistado a los hombres con las mujeres, pues estos piensan que serán ellas quienes van a heredar la tierra. La realidad, sin embargo, es todo lo contrario. “Estas son las consecuencias de un simple cambio de nombre y muestran la débil posición de las mujeres sobre la tierra”, recalca Amina. La realidad es que quienes podrán aprovecharse de estas tierras serán aquellos inversores privados y oligarcas favorecidos por las nuevas leyes.

 

 

Criminalizadas por defender la tierra

 

Tanto Joan Carling como Amina Amharech se han enfrentado a grandes riesgos por defender la tierra de sus Pueblos Indígenas contra la expropiación del Estado o de empresas extractivas. Durante los años en que Carling trabajó para la Cordillera People’s Alliance, fue calificada como terrorista junto con otros activistas. En ese tiempo, recibió numerosas amenazas y cuatro compañeros fueron asesinados. La presión sobre su vida y la de su familia era tan alta que en 2006 decidió tomarse un descanso y salir de la zona de riesgo a través del Programa de Becas del Instituto Oak por los Derechos Humanos

 

Amina Amharech, por su parte, se ha enfrentado personalmente a la corrupción del Estado y el sistema judicial marroquí cuando le expropiaron la tierra a su familia por ser Amazigh. Cuando quiso llevar el caso a la justicia, se tuvo que enfrentar con otra corrupción, la del poder judicial, con la Amicale Hassania des juges du Maroc que buscaba tomar control de estas tierras partes del título de propiedad 1683K. Hoy, en Marruecos, existe una mafia territorial que se quiere adueñar de las tierras Amazigh, que sean colectivas o privadas. No hay ley ni justicia para proteger los derechos Amazigh a sus tierras, territorios y recursos naturales, y resulta prácticamente imposible encontrar abogados especializados que no tengan miedo de liderar estos juicios.

 

Cada vez que el Pueblo Amazigh se manifiesta, los líderes son detenidos y encarcelados. “No hay nada que nos proteja. Por eso busqué la alternativa en las instancias internacionales”, dice Amina. Amharech participó en el programa de becas de las Naciones Unidas para Representantes Indígenas y desde entonces ha sido pionera en llevar la lucha del Pueblo Amazigh a las Naciones Unidas. 

 

 

Un nuevo marco legal para la defensa de la tierra para las Mujeres Indígenas

 

Amina ve en la Recomendación General de la CEDAW sobre Mujeres y Niñas Indígenas la posibilidad de proteger los derechos de su pueblo y en especial de las mujeres frente a un Estado que los vulnera deliberadamente. Sin embargo, recalca que para que llegue a las comunidades hay que hacer un trabajo previo de difusión y sensibilización. “Hay que enseñar a las mujeres cómo usar estos mecanismos”, afirma. 

 

Para Joan Carling, directora ejecutiva actual de Derechos de los Pueblos Indígenas Internacional (IPRI), el peligro es que la recomendación quede en papel mojado. Para evitarlo, habría que instaurar un proceso de rendición de cuentas y que los Estados apliquen sanciones a aquellos que vulneran los Derechos Humanos. En cualquier caso, la Recomendación General de la CEDAW es un hito en la historia por los derechos de las Mujeres y Niñas Indígenas sobre la tierra. El siguiente reto será su implementación.